«Habitaciones que limpiar, dolor y poco dinero, demasiado acoso.» La rebelión de Las Kellys, camareras-esclavas

Manos de una camarera de piso seleccionando toallas del carro

España. La Costa del Sol, la Costa Brava, también Andalucía y Galicia y el País Vasco. Por no hablar de las Islas Baleares llenas de gente o de las más remotas Canarias. Van rápidamente por hoteles de lujo o de todo incluido de los destinos españoles. Están armadas con limpiador en aerosol en una mano y en la otra serie de toallas limpias, son Las Kellys -acrónimo de Las que limpian- son las camareras que limpian las habitaciones de hotel y apartamentos turísticos. Representan entre el 25 y el 30 por ciento de la plantilla de un hotel y son esenciales para un negocio exitoso. Ahora están unidas y se organizaron para denunciar el abuso que se hace de su trabajo.


La denuncia
Todo comenzó con una página de Facebook como punto de encuentro de toda España para denunciar, sin miedo, las condiciones de explotación a la que son sometidas y apoyarse mutuamente en disputas con las condiciones de trabajo en el sector. Se han convertido rápidamente en uno de los colectivos más agresivos y temidos de las cadenas hoteleras españolas. Multiplicar las intervenciones en su blog y twitteando desde cualquier hotel de España para informar de los abusos, tienen en cuenta los seguidores de Instagram para publicar las condiciones de trabajo, ahora tienen una red social, alzan la voz, anuncian reuniones y eventos.

Todos los invisibles
En su mayoría son mujeres, por aquella simpática división sexual del trabajo, y muchas de ellas son inmigrantes. Un trabajo manual, sucio, mal pagado: son las que hacen la cama estirando las sábanas de manera que las vemos recién planchadas, alinean las toallas en el baño, abastecen el minibar o añadir una cama y el colchón cuando es necesario; a continuación también limpian las escaleras, ascensores, áreas comunes, suben y bajan empujando el carrito con todo lo necesario, tratando de ser amables y sonreír a los clientes. Tratando de defenderse contra el acoso que demasiado a menudo sufren a manos de los huéspedes o empleadores impunes. Su actividad está asociada con el trabajo de cuidado que las mujeres desempeñan tradicionalmente en sus hogares, ese trabajo es siempre invisible. O por lo menos se sienten invisibles. E invisible también para los huéspedes del hotel es la cantidad de medicación que necesitan para tener que soportar el dolor causado por años de movimientos repetitivos y la sobrecarga física, un desgaste de los músculos y tendones que requieren analgésicos y antiinflamatorios. Pocas de ellas se las arreglan para llegar a 38 años y 6 meses de cotización con el fin de retirarse, porque es un trabajo que lleve los cuerpos.

¿El salario? 2,5 euros brutos por habitación
Detrás del lujo y confort, detrás de las estrellas del hotel, detrás de la tarjeta de «limpiar la habitación» colgada en la puerta, están sus condiciones de trabajo, se mantuvieron las de 50 años, y su mal estado de salud hecha de lumbago, ciática, contracturas musculares crónicas, osteoartritis, dermatitis, debido al uso de productos químicos. Ritmo agotador, sin momentos de descanso durante el día, a veces ni siquiera un minuto para ir al baño o para comer. Durante la temporada alta de trabajo por 26 días, sin jornadas de descanso. Los contratos son temporales o estacionales, cobrar cerca de 700 euros al mes, se les paga a 2,5 euros brutos habitación, 3 euros brutos por una suite de 45 metros cuadrados. Y, a continuación cabe añadir el estrés psicológico: si tiene que limpiar 30 habitaciones al día, deben ser 30. Cuando una de ellas enferma no se la sustituye y la carga de trabajo aumenta para las presentes. Siempre con el temor de ser despedidas, porque siempre hay alguien desesperada, dispuesta a sustituir aceptando condiciones de trabajo inaceptables. Ellas tienen pocas posibilidades de crecimiento profesional y no tienen ningún reconocimiento de enfermedades profesionales que contraen. Ocupan una categoría inferior a los hombres que realizan tareas similares, como los camareros en el restaurante del mismo hotel.

Todavía hay machismo
La crisis económica de los últimos años ha sido la excusa para que todo sea aún más inseguro, si cabe, con la contratación externa, para ahorrar aún más en los costos de mano de obra, bajo la sospecha de explotación laboral ilegal, con violaciones de las leyes fiscales, pensiones y contribuciones a la Seguridad Social. Una realidad que contrasta con el rendimiento general de uno de los campos más fuertes actualmente en España, porque el turismo fue el último sector en entrar en crisis y el primero en salir de ella. Las Kellys son claras: un sueldo ínfimo a cambio de un trabajo duro, y los turistas siguen invadiendo la costa española. Otro ejemplo del machismo, una expresión más del patriarcado en un país occidental, violencia.

Texto original en: Corriere Della Sera, por Marina Turi.

Contacta con Las Kellys

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